
Todo pasa por algo
Perder a sus padres en un accidente le abrió los ojos: había sido un mal hijo.
Su mujer se fue con su mejor amigo y comprendió que todo era culpa de sus malditos celos.
Lo despidieron merecidamente del trabajo y le atropelló un pobre conductor volviendo a casa: era el momento de dejar la ciudad.
Terminó de despejar la entrada de la cabaña y volvió a nevar. Definitivamente, pensó, no todo pasa por algo.