
Sofistas
–Podría haber resuelto el problema yo solo –dijo el esclavo con arrogancia–. No necesitaba las preguntas de ese viejo pervertido. Aprender es recordar.
–Calcúlame la diagonal y serás un hombre libre –respondió Menón, acariciando su látigo.
El esclavo cogió un palo y, en estado de trance, llenó la arena del patio de símbolos matemáticos.
Borró todo al escuchar los pasos de su amo. Sócrates también le había enseñado a desconfiar de los sofistas.