Saltar al contenido

Trilogía de la mosca. Parte 2

Elegía a una mosca

El poeta llora la muerte de su mosca. ¡Qué asesinato más atroz y gratuito! ¡Qué abuso de poder sobre un ser vivo indefenso! ¡Qué Yahvé de pacotilla, qué matón de colegio, qué…!

Es ahora o nunca, se dice el poeta. Las elegías hay que escribirlas en caliente. Un llanto apasionado y sincero. Como el de Lorca. Como el de Miguel Hernández. Las palabras brotan solas al pensar en su añorada mosca, en “el eterno instante en que erizó su piel”, en “el caótico Boeing que aterrizó para siempre”.

Se hiela la emoción con el primer trueno. Canturreando su elegía con voz de Serrat, el poeta retira la mosca del cristal con un clínex usado. El retrete se traga para siempre a “su inesperada musa”, a “su más fiel confesora”, a “la hija que no fue y ya no será”.