
Oda a una mosca
Maravillado por el caótico vuelo de una mosca, el poeta empieza a escribir una oda. Habla del paso del tiempo, de la fugacidad de la vida, de la libertad y la improvisación.
Alterada por la inminente tormenta, la mosca se posa pegajosa sobre su brazo. El poeta siente el picotazo y llora de la alegría. ¡Qué desgraciados Keats y Shelley, cruelmente ignorados por su ruiseñor y su alondra! ¡Qué impersonales las moscas de Machado! Nuevas estrofas sobre el idealismo trascendental kantiano, el individuo frente a la masa, la quijotesca lucha de David contra Goliat.
Cierra la oda hablando del poeta como víctima y verdugo, coge un matamoscas y estampa al bicho asqueroso contra la ventana, dejando una mancha de sangre sobre el cristal y otra de tinta sobre el papel.