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Síndrome de Estocolmo

–Nos recibieron armados y perfectamente organizados, señora. Eran ellos o nosotros.

–Todo esto es un sinsentido, agente. Mi hija era la secuestrada, no la secuestradora.

–Su hija fue quien organizó la resistencia, señora. Se había encariñado con aquel delincuente.

–¡Primero mata a mi hija y ahora me dice que era una desviada!

–Lo siento mucho, señora… ¿Podría soltarme la mano, por favor?

UNA NOVELA SOBRE MOCHILEROS EN EL SUDESTE ASIÁTICO: DEL HEDONISMO SIN LÍMITES A LA ESPIRITUALIDAD DEL VIPASSANA Y EL BUDISMO