
Ideas cojonudas
Lo abordó mientras se sacudía las últimas gotas:
–Siempre escribes sobre cosas aburridísimas –le dijo amenazante–. ¿Por qué no te gustan mis ideas?
Le empujó y echó el pestillo.
–¿Qué tienen de malo?
Se sentó en la taza, sollozando.
–¡Si son cojonudas!
–¿Sabes qué? Esta vez escribiré sobre ti.