–¡El falo erecto es igual a la raíz cuadrada de menos uno! –exclamó jadeante Jacques Lacan.
Miró de reojo el pedazo de papel higiénico: su conocimiento matemático cabía sobradamente en él.
Con el primer espasmo se esfumó su interés por los números imaginarios.
La críptica reflexión, que no acabó en el retrete con los demás residuos, sigue provocando filosóficas erecciones.