
Una mosca se posó en el ojo de la presentadora del Teletienda. Estampé el matamoscas contra la pantalla y el bicho cayó al suelo.
–¡Idiota! –me gritó enfadadísima.
Su cara parecía un chuletón a la parrilla: roja, sangrante, llena de surcos.
Apagué la tele y volví a la cama bostezando.