Hegel propuso a sus alumnos universitarios el siguiente ejercicio:
Dado el número, 0.285714285714…, aproximar al infinito tanto como sea posible.
Empezaron a escribir decimales como locos, manchando un folio detrás de otro.
Al día siguiente, Hegel trajo a la universidad a su hijo de doce años, que resolvió el ejercicio en 30 segundos.
Mientras los alumnos copiaban maravillados el 2/7 de la pizarra, el chaval le dijo a su padre que no pensaba estudiar filosofía.