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microficciones de un padre primerizo. ¡ESTÁS INSOPORTABLE!

Me transportó en volandas y empezó a cantar desganado, sin entonar. Yo tenía el cuello apoyado en su antebrazo, mi cabeza daba vueltas en el vacío. Bajaba, subía, me balanceaba con movimientos bruscos, arrítmicos.

Grité, pataleé, arqueé la espalda, tiré su móvil de un manotazo.

—¡Estás insoportable!

—¡TÚ estás insoportable!