Saltar al contenido

microficciones de un padre primerizo. “¡ESTÁ PARA COMÉRSELA!”

Nos acorralaron frente al mercado. Los comentarios habituales (“¿tienes sueño, bonita”, “¿no te dan comida?”, “¿tienes frío?”) pronto quedaron enterrados bajo aquella declaración de intenciones.

Todo ocurrió demasiado rápido. Una señora me apartó de un manotazo, entre otras dos me sujetaron.

Mi hija se defendió con gallardía, pero eran demasiadas.