Cada mañana, antes de ir a la oficina, Antonio dedicaba una hora a escribir. El lunes empezaba un nuevo microrrelato y el viernes se lo leía a sus compañeros durante el café. Los fines de semana descansaba.
¿Cuántos microrrelatos podría escribir a la semana si no tuviera que trabajar? Tras cinco años haciéndose la misma pregunta, pudo por fin pedir una excedencia. Sus compañeros no tuvieron tiempo de tramitarla, ya que Antonio anuló su solicitud a los pocos días. Se reincorporó a su puesto un martes. El viernes no bajó a tomar café.