–¡Tu culpa! Tú creas la ansiedad y la depresión, dependen de ti, ¡deja de quejarte!
Se abalanzó sobre el espejo, golpeándolo con rabia. Tras el ataque se vendó las manos y encendió el ordenador. Le esperaba un paciente con depresión y ansiedad.
–Hoy cambiaremos el enfoque de nuestra terapia –dijo.