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Eneagrama de Escritores

Me gusta que mis artículos vayan con la verdad por delante. No debe confundirse este Eneagrama de Escritores con el famoso eneagrama de las personalidades de Claudio Naranjo, tan apreciado por expertos en coaching, consultores de recursos humanos, jugadores de rol y escritores que conciben a sus personajes como experimentos psicológicos de laboratorio. No existe, por tanto, ninguna relación entre los números, los nombres y las líneas que conectan unos con otros. Lo he elegido simplemente porque me gusta a nivel visual.

Mi consejo del día es que huyáis de los numeros que rodean mi circunferencia. Situaos en el interior, ¡no os convirtáis en caricaturas de escritores! Más que modelos ideales de comportamiento, mi eneagrama es un catálogo de personajes de Pantomima Full. Como los protagonistas del famoso programa de skectches, los escritores somos a menudo charlatanes, embaucadores y farsantes (las escritoras me parecen mucho más humildes y contenidas, y por ende menos caricaturizables).

En los últimos años me he tragado cientos de entrevistas a escritores en Youtube. De algunos colegas de vocación me interesa mucho más la vida que la obra. Así, sin haber leído ni uno solo de sus libros, conozco sus manías a la hora de escribir, su manera de vestir y sus opiniones respecto a los temas más diversos. Este artículo es el fruto de todas esas horas invertidas frente a la pantalla de mi ordenador.

1. El tipo corriente

El ambiente en el que me muevo es este: familiar, de clase media, aburrido; una cosa sosa y monótona… pero premeditadamente aburrido. Hay una militancia en el aburrimiento y en la monotonía.

Sergi Pàmies

Este tipo de escritores se caracterizan por ser absolutamente normales. Su apariencia es la del padre cincuentón medio: zapatos, pantalones chinos, camisa de cuadros, corte de pelo clásico y anillo de casado. Tienen sus extravagancias en privado, como todo el mundo, pero jamás las manifiestan en público. Uno puede encontrarlos en la cola del cine o recogiendo a sus hijos en el colegio (TODOS tienen hijos, concretamente dos) y nunca adivinaría que son escritores.

El TIPO CORRIENTE no es demasiado ambicioso. Ha publicado algunas obras, pero no aspira a vivir de ello. Escribe en su tiempo libre, cuando sus obligaciones familiares se lo permiten, sin plazos ni presiones. La literatura le da de comer, pero de manera indirecta (trabaja como traductor, corrector de estilo o profesor de lengua en un instituto). Su gran proyecto como escritor, el único al que de verdad dedicará todo su esfuerzo y sacrificio, consiste en crear al personaje antinovelesco por excelencia: él mismo.

2. El aventurero

No conocí ni una sola mañana en África en que me despertara y no fuera feliz.

Ernest Hemingway

Algunos escritores consideran imprescindible haber recorrido medio mundo para tener cosas interesantes que contar. Suplen así su falta de imaginación con experiencias personales. La consecuencia última de esta confusión entre vida y literatura son los blogs de viajes, sobre los que me despacho a gusto en este artículo.

Una de mis primeras reflexiones al respecto, mucho antes de dar el salto de la lectura a la escritura, fue la siguiente: “Bukowski bebiendo cerveza en su casa de Los Ángeles un domingo es más apasionante que el París de los años 30 contado por Hemingway”. El AVENTURERO no entiende que uno puede haber vivido experiencias increíbles y ser un coñazo como escritor (y como persona). No se trata sólo de lo que cuentas, sino de cómo lo cuentas.

3. El viejo rockero

Nuestro invitado de esta noche [Ray Loriga] (…) es probablemente lo más cerca que puede estar un escritor español de parecerse a una estrella del rock, pero de esas estrellas del rock que siguen molando a los 50.

Andreu Buenafuente

El escritor VIEJO ROCKERO es, a menudo, una estrella de la música frustrada. Le gustaría irse de gira con su banda, vivir durante meses en la carretera, llenar estadios de fútbol y acostarse con groupies en su camerino. Sin embargo, tiene que conformarse con aburridas firmas de libros a las que, en un acto de rebeldía, llega tarde, resacoso (o borracho) y oculto tras sus gafas de sol.

El VIEJO ROCKERO es un escritor poco constante. Escribe entre resaca y resaca, siempre que no surjan planes más interesantes. Le gusta acostarse con mujeres más jóvenes, las drogas, el rock and roll y los tatuajes. La idea de “encontrar a alguien” y cortarse la coleta le ronda la cabeza algunos domingos, aunque sabe que nunca lo logrará. El VIEJO ROCKERO es como ese amigo que te dice que “ya no sale tanto” y al día siguiente te llama borracho a las tres de la mañana. Puede retirarse de la noche durante breves temporadas, pero siempre acaba volviendo. Los viejos rockeros nunca mueren.

4. El maldito

El trabajo de 9 a 5 es una de las mayores atrocidades cometidas sobre el género humano. Entregas tu vida a algo que no te interesa. La situación me repelía tanto que me empujaba a beber, a morirme de hambre y a las mujeres chifladas: simplemente como una alternativa.

Charles Bukowski

Hay muchos escritores MALDITOS, pero todos tienen dos cosas en común: la necesidad de que el mundo los reconozca como tal y el desprecio por el trabajo. Los he dividido en dos grandes grupos, en función de su situación económica:

El MALDITO-RENTISTA recibe un salario mensual por parte de su familia (puede ser una herencia en vida o póstuma). Esto le permite vivir sin trabajar, despertando envidias nada sanas dondequiera que va. Quienes le critican desconocen lo duro que es tener un tiempo libre ilimitado. Sufre en silencio su pequeño drama y se distrae probando cosas nuevas: hoy es escritor, mañana D.J., pasado guitarrista, etc, etc. Las circunstancias vitales le han obligado a ser inconstante, y prefiere hacer mil cosas mal antes que una bien.

El MALDITO-CURRANTE recibe un salario mensual por parte de su empleador. Vive obsesionado con el dinero y con las horas diarias que el trabajo le roba a su gran pasión: la escritura. Prefiere prostituir su cuerpo antes que su mente, y por eso elige trabajos mecánicos y/o físicos que no le obliguen a pensar. Es demasiado orgulloso para desarrollar una carrera profesional al margen de la literatura. Por eso, aunque cambia a menudo de trabajo (no siempre por voluntad propia), vive estancado en los escalafones más bajos del mercado laboral.

5. El hipster

Según mi experiencia, lo peor del hipsterismo es el lado cultureta. Me refiero a esos ‘modernos’ que nunca se recuperan del éxito de haber logrado leer enteras novelas como La broma infinita, Libertad o La casa de hojas.

Víctor Lenore

Para el HIPSTER, lo más interesante de la literatura es el estatus cultural que lleva aparejado. Como nunca ha sentido la PULSIÓN de escribir, pensará que puede comprarla con dinero, como cualquier otro artículo de consumo. Aprovechará la ocasión para renovar su Mac. Pagará por algunos diplomas que le acrediten como escritor y como lector (talleres de escritura creativa, másteres de guion, cursos sobre literatura posmoderna, etc). En cuanto termine su primer relato (los deberes de un fin de semana) lo enviará a varios concursos literarios. Luego se sentará a esperar los veredictos durante meses (el esfuerzo le habrá dejado agotado). La posibilidad de haber ganado varios concursos a la vez, incumpliendo así la regla de exclusividad de los contratos, le sumirá en una profunda angustia.

Su “pasión” por la escritura es, por supuesto, algo coyuntural. En esto se parece al MALDITO-RENTISTA (al que envidia por las mismas razones que un burgués a un aristócrata). La diferencia fundamental es que el HIPSTER sí se ha preocupado por desarrollar una carrera profesional. Así, una vez muerta y enterrada su “pasión”, se volcará en su trabajo o se entregará a actividades de ocio que también estén de moda y que no le den tantos quebraderos de cabeza.

6. El marca personal

El personal branding es todo hoy. El día que entendí que yo era una marca cambió mi vida.

Pantomima Full

Este tipo de escritores invierten los términos. Antes de escribir una sola línea, desarrollan una estrategia para convertirse en escritores. El MARCA PERSONAL es profundamente utilitarista: no pierde el tiempo leyendo libros de ficción, sino de marca personal, marketing digital, posicionamiento SEO, clickbait y, por supuesto, biografías de empresarios que ascendieron desde la nada hasta lo más alto.

Una vez informado, buscará su nicho de mercado en la industria literaria (temáticas de moda, segmento poblacional con más lectores, etc). Entre tanto, pondrá en sus redes sociales que es escritor y empezará a seguir a autores famosos en Twitter, convirtiéndose en presidente de algunos clubs de fans. Al tantear el mercado, se quedará estupefacto. ¡Algunas editoriales están dispuestas a publicar su obra no empezada! Le ofrecen también aconsejarle sobre qué escribir, lo cual le parece estupendo. El problema es que le piden una “pequeña” inversión económica y que compre por adelantado varios cientos de ejemplares.

Visto el panorama, y desoyendo los consejos de las charlas de motivación de Youtube, el MARCA PERSONAL se desanima. “Menos mal que no he escrito una sola línea”, piensa. Luego recuerda a los cientos de followers que ha conocido por el camino y que no le seguían por ser escritor, sino porque les gustaba su MARCA PERSONAL. No será difícil guiarles hacia nuevos puertos.

7. El intelectual

P: ¿Dónde le pillará a usted la toma de la calle de Podemos?
R: A mi edad lo tengo claro: atrincherado tras los 30.000 libros de mi biblioteca, leyendo a Plutarco, con una botella de Chateau Margaux y la escopeta del 12 apoyada en la pared.

Entrevista a Arturo Pérez Reverte

Diseccionemos al INTELECTUAL español contemporáneo. Además de escribir novelas, ocupa un sillón en la RAE y tiene su propia columna en algún suplemento dominical. A nivel político, rechaza cualquier opción que se aleje del centro-izquierda o el centro-derecha. Su conservadurismo no obedece a causas irracionales, sino a la lógica de “si me van bien las cosas así, ¿para qué cambiarlas?”. Pero lo que más desprecia el INTELECTUAL español contemporáneo es a sus propios compatriotas. Nos tacha de incultos, ignorantes y faltos de memoria. Lamenta profundamente que los afrancesados perdieran la guerra.

¿Y dónde queda la figura del intelectual comprometido de los dos siglos pasados? Sánchez Dragó se define a sí mismo como “un escritor y por lo tanto una persona libre”. “No soy un intelectual comprometido”, concluye con orgullo. Comprometido o no, el INTELECTUAL español contemporáneo se considera un libre-opinador (ergo un libre-pensador). El hecho de acudir a los actos de ciertos partidos políticos, de escribir en los periódicos de mayor tirada nacional y de sentarse en las instituciones culturales del más alto nivel no le resta un ápice de su valiosa independencia intelectual. Y quien piense lo contrario no es más que una marioneta del poder.

8. El escritor de cafés

Y la idea de bajar a un café con un cuaderno de notas y escribir y ver adónde me lleva durante un tiempo… es sencillamente la felicidad.

J.K. Rowling

El ESCRITOR DE CAFÉS es, ante todo, un exhibicionista. Le excitan las conversaciones a media voz de las cafeterías, las discusiones en las cervecerías, las miradas indiscretas de las bibliotecas, el griterío de los niños en las plazas. La idea de sentarse frente al ordenador en su casa, a solas y en silencio, le produce un gatillazo instantáneo. Para mantener viva la chispa después del acto (o incluso durante) comparte fotos y vídeos junto a su Mac en redes sociales.

Muchos ESCRITORES DE CAFÉS son también grandes creyentes. Tienen sus propios lugares de peregrinación, como el pub The Elephant House, en Edimburgo. Para ellos, la inspiración depende más de las condiciones externas que de las internas. Por eso creen que, si se sientan en la silla donde su Diosa escribió Harry Potter, la Gracia Divina acudirá también a ellos. En realidad no tienen nada que perder: en el peor de los casos, habrán sentido el placer de escribir delante de cientos de turistas y de un puñado de colegas exhibicionistas.

9. El ermitaño

Yo siempre creo que un escritor debe vivir aislado, no en una montaña, pero sí procurar mantenerse aislado de los grupos culturales (…) Cuando uno frecuenta un determinado grupo se carga de obligaciones.

Rafael Chirbes

Para ser un escritor ERMITAÑO ya no es necesario construirse una cabaña de madera en mitad del bosque, como Henry David Thoreau. Basta con comprarse una casa lejos de las grandes urbes. El ERMITAÑO actual no renuncia a las comodidades de la gran ciudad (su casa de pueblo está perfectamente equipada), sino a todo lo que envuelve a la literatura: las modas, los “cenáculos”, los premios, etc.

El ERMITAÑO apuesta por la naturaleza frente a la cultura. ¿Qué le importan a él el cine, el teatro y las exposiciones si puede charlar cada mañana con el pastor del pueblo? Después de cruzárselo varias veces, le propone pasear a las ovejas una vez por semana. La primera noche tiene una pesadilla húmeda. Sueña que recibe el Nobel de literatura y que lo rechaza (a través de una carta) alegando que “las ovejas no entienden de premios y que necesitan comer todos los días”. A la mañana siguiente se despierta sumamente excitado, con las sábanas de franela empapadas.

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