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En defensa de los bestsellers

No hay nada más impopular que defender a Goliat frente a David. ¿Por qué ponerse del lado de los villanos superventas que copan los escaparates de las principales librerías, que ocupan los espacios de la televisión y la radio, que golpean con sus tochos de 600 páginas a todo escritor novel que intenta sacar la cabeza de su madriguera? ¡Que se defiendan ellos solos! ¡Para eso tienen el dinero, la fama y el poder!

Habiendo una gran parte de verdad en todo esto, como en toda simplificación existe un punto ciego. Hoy pretendo sumergirme en esa región de oscuridad sin perder de vista la claridad que dejo atrás. Mi respeto por la buena literatura sigue intacto, y la inmensa mayoría de los bestsellers (entiéndase el término en un sentido coloquial) no pertenecen a ella.

Si me he decidido a escribir un artículo tan impopular es porque mi posición respecto a Goliat ha pasado del dogmatismo (“los bestsellers son literatura basura y punto”) a un lugar mucho más interesante desde el que crear: la ambivalencia. A continuación expondré 5 argumentos a favor de un tipo de literatura tan aclamado por el gran público como denostado por la crítica, los escritores malditos y los lectores exquisitos.

5 argumentos a favor de los bestsellers

1. Escribir un bestseller no es tan fácil

La gran mayoría de los autores noveles tienen un sueño: dedicarse en exclusiva a la literatura. Otra cosa que les une es el desprecio por los bestsellers, que consideran una literatura menor, con estructuras sencillas, tramas lineales y personajes planos y maniqueos. La contradicción aquí resulta evidente. Si su sueño está tan al alcance de la mano, ¿por qué no lo agarran? ¡Ni siquiera tendrían que escribir bestsellers durante el resto de su vida! Bastaría con que escribieran uno que les diera dinero, fama y poder, y a partir de ahí podrían dedicarse a la alta literatura.

Se podrían esgrimir dos argumentos en contra. El primero tiene que ver con la supuesta dignidad de esos escritores, que no querrían rebajarse a escribir literatura barata y preferirían conservar su libertad a la hora de elegir los temas y la forma de tratarlos. El argumento es impecable, siempre que la dignidad del autor y la libertad creativa impliquen: escribir textos de autopromoción y pelotear a sus seguidores en las redes sociales; posicionar sus artículos mediante SEO y monetizar su blog colocando anuncios de Google; escribir titulares llamativos en revistas para pescar a incautos a través del clickbait… Si dedicaran todo ese tiempo a escribir un bestseller, su eficacia a la hora de alcanzar su sueño sería infinitamente superior, y su eficiencia también.

El segundo contraargumento podría enunciarse así: “Aunque yo escribiera un bestseller, nadie me lo publicaría porque soy un autor desconocido”. Este argumento también es cierto, pero válido para cualquier tipo de literatura, buena o mala, por lo que volveríamos a la pregunta anterior: ¿No sería mejor escribir primero un bestseller para sumergirse después en la alta literatura? ¿Qué se pierde por probar? Un libro así de simplón no debería llevarles más de dos o tres semanas. Y cumplir su sueño en ese tiempo es un auténtico récord.

2. Es mejor leer bestsellers que no leer

Este argumento puede molestar a algunos snobs de la literatura, pero es la pura verdad. El teléfono móvil se ha convertido en una extensión de nuestro cuerpo, y cualquier actividad que nos obligue a separarnos de él supone una pequeña victoria (la batalla final está irremediablemente perdida). Una persona silenciando el móvil para sentarse a leer cualquier libro es un acto absolutamente revolucionario.

También me parece revolucionario utilizar la imaginación y la memoria. Vivimos en la época de lo explícito, siendo el videoclip, tik-tok y el porno sus máximas expresiones. Nuestro ritmo de vida rara vez nos impide pensar, y mucho menos recordar lo que pensamos. La lectura nos exige realizar un doble esfuerzo: imaginar una realidad que no tenemos delante y recordarla para no perdernos al día siguiente.

Tampoco estaría de más combatir la caída en picado de la comprensión lectora y el auge de las faltas de ortografía. Los profesores de lengua y literatura recomiendan libros como La Celestina o El Arcipreste de Hita. Esto me parece muy loable, pero ¿qué probabilidades hay de que un alumno que chapurrea el castellano actual, que apenas entiende la realidad que le rodea, se sumerja en el castellano antiguo y empatice con estas historias? Cuando yo estudiaba tenía dos tipos de libros: los que me mandaban leer en clase (un rollo) y los que leía en mi pueblo en verano (muy guais). Fomentar la lectura no debería ser sinónimo de fomentar el odio a la lectura.

Es importante que la gente lea (insisto: cuanta más gente, mejor), y el bestseller, por su carácter popular y no elitista, llegará a más personas que otro tipo de literatura. Y por su naturaleza adictiva contribuirá a reforzar el hábito de la lectura. Gracias al bestseller, la adicción global al móvil queda suspendida durante más minutos diarios, la imaginación y la memoria se irán desperezando poco a poco, los estudiantes entenderán un poco mejor los enunciados, menos profesores sufrirán el destino de Edipo mientras corrigen exámenes.

3. El bestseller puede servir como puente

El primer libro para adultos que leí fue El código da Vinci. Confesar esto en un blog literario es una provocación; decir que me encantó, una llamada a que rueden cabezas (en concreto la mía). Para calmar un poco las aguas, aclararé que lo leí con 16 años. Ahora mismo no lo haría, pero sería absurdo renegar de mi pasado.

Recuerdo perfectamente la emoción al terminarlo, y recuerdo también la sensación de haber dado el salto a la literatura para adultos. Soy consciente de lo difusas que son las barreras (abstenerse de preguntarme por La isla del tesoro y El señor de los anillos en los comentarios), pero el simple hecho de que los protagonistas no fueran Manolito Gafotas, el Pequeño Nicolás o los Cinco de Enid Blyton (hoy considerada racista, colonialista y unas cuantas cosas más) supuso un salto en mi madurez lectora.

¿A dónde quiero llegar con todo esto? Pues a que la lectura, como cualquier aprendizaje en esta vida, es un proceso gradual, que va de menos a más. Es absurdo pretender que un niño medio (no me refiero a los Escritores-Lectores-Precoces) se estrene con Crimen y Castigo. Pero es que incluso aquellos ELP que anunciaron su vocación nada más asomar la cabeza al mundo; aquellos cuya primeras palabras fueron ´guerra’ y ‘paz’, que aprendieron a leer con En busca del tiempo perdido y en su primer día de guardería llevaban Ulises en la mochila; incluso ellos reconocen haber leído “todo lo que caía en sus manos”. Un tocho como El Código da Vinci me dio confianza para leer libros de adultos, permitiéndome dejar atrás para siempre las colecciones de El Barco de Vapor y los libros de Pesadillas.

4. El bestseller consigue sus objetivos

El bestseller tiene, en mi opinión, dos objetivos principales. El primero es vender mucho. No debemos olvidar que todos los que damos el paso de publicar tenemos ese mismo objetivo. Los que no lo expresan en voz alta, bien sea por pudor, por miedo al fracaso o por darse un aire de dignidad, mienten.

El segundo objetivo de un bestseller es entretener. ¿Pero no debería la literatura aspirar a algo más? Personalmente opino que sí, pero no por ello hago de menos a los millones de lectores que buscan exactamente eso: entretenimiento. Además, no es tan sencillo entretener con un libro. Entretener implica no aburrir y mantener al lector enganchado durante varios cientos de páginas. Insisto: no es tan sencillo.

El escritor de bestseller consigue vender mucho y entretener a mucha gente. La mayoría de los autores solo conseguimos vender libros a nuestros amigos y familiares, y de los pocos que luego abren el libro, no todos lo terminan, y solo una selecta minoría lo disfrutan. ¿Significa esto que nuestros libros son peores que los bestsellers? No necesariamente, aunque deducir lo contrario sería un disparate lógico.

5. Los escritores de bestsellers no son malditos

El mito del escritor maldito acarrea frustración, complejos, traumas, soledad y mucha, muchísima envidia. El poeta Leopardi afirmó en una carta a un amigo: “Si yo vivo, viviré para las letras, porque no quiero ni podría vivir para otra cosa”. Entregar tu vida a la literatura, coincidir con el poeta italiano en que uno no sabe hacer otra cosa (como si fuera un motivo de orgullo) es echar un all in, sin buenas cartas la mayoría de las veces. Y lo peor es que no vas a saber al instante el resultado, sino que tendrás que esperar meses, años e incluso toda la vida.

Por regla general, el escritor de bestseller no vive de su malditismo, y si tiene envidias o complejos, los disimula bastante bien. Cuando acude a una entrevista literaria, viste como una persona adulta, no llega borracho ni drogado, habla educadamente del libro que han escrito sin salpicarlo de detalles autobiográficos de miseria, hambre y penurias, y vuelve a su casa.

Vuelve a su casa y no se emborracha o se lesiona frente al espejo, ya que al día siguiente tienen que estar frescos. ¿Fresco para qué? Para documentarse para su siguiente novela. Los escritores de bestsellers emplean varios meses en documentarse. Se puede argumentar que tienen tiempo y dinero para ello, y que leer y viajar a otros países hospedándose en hoteles no supone un gran esfuerzo. Todo esto es cierto, pero no le quita valor a su trabajo. El escritor maldito prefiere documentarse en la calle, en los bares, en las tertulias literarias. Esto puede resultar interesante también, pero tiene la mecha corta. Bukowski lo hizo durante toda su vida, sí, pero la mecha de Bukowski se extinguió hace mucho tiempo.

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