¿Por qué nadie habla de las citas de inicio?
DANI CHINASKI
Hoy quiero hablar de un gran desconocido dentro del relato corto: la cita de inicio. Me refiero a esa frase situada entre el título y la primera línea, en este caso la pregunta: “¿Por qué nadie habla de…?”. La cita de inicio es el único elemento prescindible del relato. Si no contiene parte de su esencia debe ser suprimida sin miramientos.
¿Por qué los blogueros guardan silencio al respecto? ¿Por qué los lectores no buscan información en Google (lo he comprobado, existen herramientas para ello)? ¿Debo concluir que las citas de inicio no interesan a nadie o no son importantes a nivel literario? Me resisto a pensar así, y tengo un argumento de peso. Escritores de todos los tiempos han utilizado citas de inicio (sobre todo en novelas, pero no exclusivamente). Y lo que interesa a los escritores interesa a los lectores y, por ende, a los blogueros.
¿Dónde quiero ir a parar? ¿Cuál es mi tesis, suponiendo que tenga una? Mi tesis es que la cita de inicio flota en un terreno fangoso donde nadie se ha querido meter hasta ahora. Y mi propósito es embarrarme para tratar de resolver el misterio.
La puerta y el felpudo
Imaginemos que hemos confinado nuestro cuento dentro de una casa. Una buena primera frase (aún no estoy hablando de la cita de inicio) es una puerta entreabierta a la que uno siente ganas de asomarse. Una frase vacía, rebuscada o pomposa, por el contrario, es como la puerta de El resplandor, y no siempre tenemos un hacha a mano ni ganas de liarnos a porrazos. Lo más probable es que nos demos media vuelta y nos larguemos sin haber puesto un pie en la casa.
Antes de la puerta está el felpudo. Por lo general no reparamos en él, a no ser que no haya uno. Una casa sin felpudo da sensación de dejadez, igual que un escrito sin título. El título de los cuentos no es tan importante como el de las novelas o las películas. Existen cientos de relatos cortos con nombres insulsos como El coche o La casa. ¿Se trata de una dejadez imperdonable por parte de los autores? La respuesta es no (mejor dicho: no siempre). Si los protagonistas de los cuentos son héroes anónimos e insignificantes, con vidas monótonas y grises, los títulos brillantes e ingeniosos desentonarían demasiado. El curioso caso de Benjamin Button puede ser un buen título para una película, pero no para el relato corto en el que está basada.
¿Y qué pasa con la cita de inicio? ¿Yo también voy a guardar silencio al respecto? La cita de inicio es la frase del felpudo. Además de no ser obligatoria, no nos llama la atención el hecho de que no haya una. Y aunque esté, solemos olvidarla fácilmente. Los fabricantes de felpudos en serie no pueden saber cuál es la esencia de tu casa, pero tú, querido escritor, sí deberías conocerla.
La esencia del relato
Raymond Carver escribió lo siguiente sobre la primera frase de un relato (la puerta entreabierta): “Durante días y más días, sin embargo, pensé mucho en esa frase: Él pasaba la aspiradora cuando sonó el teléfono. Sabía que la historia se encontraba allí, que de esas palabras brotaba su esencia. Sentí hasta los huesos que a partir de ese comienzo podría crecer, hacerse el cuento, si le dedicaba el tiempo necesario. (…) Después de la primera frase, de esa primera frase escrita una buena mañana, brotaron otras frases complementarias para complementarla”.
Con la cita de inicio puede suceder lo mismo. A mí me ocurrió con esta frase de Henry Miller: “Aquí estamos todos solos y estamos muertos“. La primera vez que leí Trópico de Cáncer no me llamó especialmente la atención, pero de algún modo se me quedó grabada. La recordé años después, tras un encontronazo con mi jefa (española) al poco de llegar al Reino Unido. Me pareció que la cita expresaba a la perfección la situación de los emigrantes españoles. Solos y muertos. Finalmente la incluí en mi relato Magia negra globalizada, pero sigo construyendo una y otra vez (una novela abortada, otra en camino) en torno a esa idea.
Por supuesto, no es imprescindible que la cita de inicio preceda cronológicamente a la historia. Tampoco es habitual. La mayoría de las veces elegimos la cita de inicio en mitad del relato o una vez terminado (incluso varios meses después). Lo que sí es imprescindible es que la cita de inicio contenga, en la medida de lo posible, la esencia del relato. Por eso es tan complicado elegir una y por eso incurrimos en tantos errores.
6 Errores al elegir citas de inicio
La mejor cita de inicio es la que ya conocemos. La hemos interiorizado, sabemos de dónde viene y en qué contexto fue pronunciada. Puede que no la recordemos de memoria, y para eso tenemos a Google. Pero adentrarnos a ciegas en el Gran Buscador, para ver si encontramos algo, nos llevará a cometer alguno de estos errores.
1. Buscar frases relacionadas con el título del cuento
Acabamos de terminar nuestro relato titulado El coche (o La casa). No tenemos cita de inicio, así que nos vamos a Google y tecleamos: “Frases sobre coches (o sobre casas)”. Queremos empezar una nueva historia o dedicar nuestro tiempo a cualquier otra cosa. Elegimos una frase al azar y la plantamos debajo del título, dejando de lado los criterios de calidad y de revisión que sí habíamos aplicado al resto del relato.
Conviene recordar que los relatos titulados El coche o La casa no tratan sobre un coche o una casa. Tratan sobre las personas que conducen ese coche o pasan por esa casa. Los objetos no tienen esencia y los relatos no son catálogos de publicidad sobre concesionarios o inmobiliarias. Pregúntate cuál es la esencia de tu relato, de qué trata en realidad. Y si no sabes responder, la elección de la cita de inicio será el menor de tus problemas.
2. Intentar sonar profundo
Las frases profundas ponen de relieve nuestras carencias y complejos. Queremos demostrar que somos gente leída y patinamos estrepitosamente. Buscamos en Google cosas como “Citas de filósofos”, “Frases profundas” o mi favorita: “10 mejores frases de Schopenhauer”. ¿De verdad piensas que el filósofo alemán captó la esencia de tu relato 200 años antes de que lo escribieras?
A nadie le importa lo que hayas leído. Lo único que importa es que escribas bien (en este caso, que elijas bien la cita de inicio). Para mi novela en curso he escogido una frase de Kasia, una recepcionista polaca con la que trabajé una temporada: “Hay que ser muy fuerte mentalmente para sobrevivir en Londres“. La cita contiene la esencia de mi novela y además encaja con el tono general. Kasia es una inmigrante anónima hablando de su experiencia en el Reino Unido, y de eso justamente trata mi novela. El valor de sus palabras es mucho mayor que si las hubiera pronunciado Schopenhauer o cualquier otro filósofo.
3. Mantener la uniformidad
He observado este error en colecciones de cuentos y en algunas novelas. Tendemos a pensar que, si uno de los relatos o capítulos lleva cita de inicio, los demás deberían llevarla también (y viceversa). La uniformidad es importante, pero no a cualquier precio. Una cita de inicio mal elegida debe quedarse fuera, aunque ese relato o capítulo desentone con el resto. La calidad es siempre más importante que la uniformidad. Y para predicar con el ejemplo, este Error número 3 lleva un párrafo menos que el resto.
4. Hacer spoiler
Voy a citar un ejemplo archiconocido. Me refiero, por supuesto, a la traducción del título de la película La semilla del diablo. Un título que te explica el final es un error imperdonable, y lo mismo puede decirse de una cita de inicio. Me siento tentado de dedicar unas palabras a los traductores de títulos al español, pero no quiero meterme en más charcos.
La cita de inicio tampoco debe explicar los giros argumentativos. Los relatos suelen hacer por lo menos un quiebro. El autor tiene que mantenerlo en secreto para no matar el factor sorpresa, el suspense y, en última instancia, el propio relato.
5. Equivocarse con la autoría de la frase o con la traducción
Existen en Internet miles de páginas de citas y aforismos. Hay que andarse con ojo, pues contienen bastantes errores. Estos son los más frecuentes: frases de las que no conocemos la fuente, frases que pertenecen a varios autores simultáneamente y frases apócrifas (Voltaire se lleva la palma en esto). El error puede ser inocente o deliberado (para darle más empaque a la cita), pero el resultado es exactamente el mismo.
Para evitar este tipo de errores, hay que intentar encontrar la fuente. Si no aparece el documento del que se extrajo la cita, debemos sospechar. Y, aunque aparezca, nunca está de mal que lo comprobemos. Por último, si la cita no es en español, vale la pena buscar una buena traducción en vez de coger la primera que encontremos en Google.
6. Elegir una frase que acabas de leer o escuchar
Acabas de escuchar una canción nueva o estás leyendo un libro maravilloso. Hay una frase que te encanta y tienes ganas de compartirla con todo el mundo. ¡Adelante! ¡Ponla en tu estado de Whatsapp y en las redes sociales! ¡Cítasela a tus amigos cada vez que los veas! ¡Grítala a los cuatro vientos si quieres! Difunde la palabra, pero no la metas en el relato que estás escribiendo.
Ocurre lo mismo con esos pensamientos interesantes o curiosos que tenemos de vez en cuando. Si estamos escribiendo una novela o un relato, los metemos inmediatamente. Tiempo después revisamos nuestro escrito y los quitamos. Y no quiere decir que no fueran interesantes o curiosos (a veces sí), sino que no eran apropiados. Las citas de inicio, como los pensamientos y las frutas, necesitan un tiempo para madurar.
¿Quién elige la cita de inicio?
La respuesta es evidente cuando hablamos de novelas o relatos con un narrador omnisciente. Si existe alguien que sabe todo lo que dicen, hacen o piensan sus personajes, no debería extrañarnos que esa persona/dios haya leído todos los libros del mundo y pueda citar de memoria a cualquier autor.
Pero ¿qué ocurre cuando el narrador es uno de los personajes? Ya sea el protagonista o un personaje secundario, el autor delega en él para que nos cuente la historia de principio a fin. ¿Y por qué no le deja elegir también la cita de inicio y el título? Dicho de otra manera: ¿Tiene sentido que un personaje que jamás ha leído un libro abra su historia con una cita de Schopenhauer? Y yendo un poco más lejos: ¿Aprobaría la cita de inicio y el título que le ha impuesto el autor? ¿No es un poco raro que te dejen elegir la casa, los muebles y la decoración, pero te obliguen a usar un felpudo que quizás ni siquiera te guste?
Con esta batería de preguntas llegamos al final del artículo. Y todavía queda la más importante de todas. La he estado esquivando durante casi 2 000 palabras, pero ha llegado el momento de abordarla. ¿Qué es más importante a la hora de elegir la cita de inicio: que se ajuste a la esencia del relato o al tono general? En el caso de Kasia, la recepcionista polaca, ambos encajan perfectamente, pero esto sucede muy pocas veces. La pregunta es, en realidad, una variante de otra cuestión irresoluble: ¿Qué es más importante, el fondo o la forma? O dejando a un lado la literatura: ¿A quién quieres más, a tu padre o a tu madre? Siempre puedes responder que a los dos, pero ya sabes lo que viene a continuación. ¿Y si tuvieras que elegir sólo uno?