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Artistas Humillados. Parte 3

Humillados profesionales

LA GACELA DEL ARTE

Tony Pinedo

Domingo 07 de julio de 2019, 10:04h

Cientos de octavillas como ésta fueron repartidas el pasado 2 de enero por las calles del centro de Madrid. La mayoría de ellas tuvieron un final trágico: despedazadas o arrugadas en el interior de sucias papeleras; ignoradas y pisoteadas por transeúntes que corrían a alcanzar el siguiente semáforo (nuestro deporte favorito aquí, en la capital); ahogadas en alcantarillas tras ser rociadas a discreción por máquinas de la limpieza. A pesar de todo, hubo algunas (16 concretamente) que llegaron a los destinatarios correctos.

Dicho esto, por una vez y sin que sirva de precedente, trataré de abandonar, en la medida de lo posible, el habitual tono humorístico de esta columna de crítica de arte. Y es que considero lo ocurrido demasiado serio como para bromear al respecto.

Si estoy aquí dando la cara, en detrimento de la esencia de mi obra, es porque los organizadores de ARCO no me han dejado más remedio. Si en febrero del año pasado no dijeron una palabra cuando Ifema retiró la obra Presos políticos en la España contemporánea (obra que critiqué duramente en mi artículo Todo es política, pero no todo es arte, pero que de ningún modo merecía ser censurada), este 2019 han abierto sus fauces para atribuirse la autoría de una producción artística que no les pertenece.

Quizás sea conveniente hacer un breve sumario para quienes no estén al tanto del asunto. El pasado miércoles 27 de febrero se inauguró en Ifema la Feria de Arte Contemporáneo de Madrid (ARCO). La mañana del jueves, 10 artistas seleccionados por quien escribe estas líneas fueron repartidos estratégicamente por distintas salas del recinto, incluido el baño de caballeros. (Mi intención era que nadie, ni siquiera las cámaras de seguridad, pudiera contemplar en su totalidad una obra ideada para ser efímera e inabarcable.) A las doce en punto, cada uno de ellos relató una experiencia humillante relacionada con su carrera como artista. Lo hizo sin previo aviso, frente a quienes quisieron escucharle y durante el tiempo que quisieron escucharle (algunos artistas congregaron a más de veinte personas; otros, no atrajeron a un solo oyente, un detalle importante que se ignora en las representaciones a posteriori).

Ciertamente, no entraba en mis planes alcanzar esta trascendencia. Pero, incluso en el improbable caso de que tal cosa ocurriera, mi decisión era firme: permanecer en el anonimato. Lo que me ha empujado a romper el silencio no ha sido solamente el fondo, a saber, el hecho de que ARCO reclame mi obra como suya, sino también las formas: la reconstrucción de las piezas de un puzle que NO debía ser montado; el disparate de llamar videoarte a lo que, en todo caso, sería microteatro de usar y tirar (valga la redundancia). En pocas palabras: la desfachatez de comprar a mis diez artistas para pasearlos como monos de feria (nunca mejor dicho) por distintas exposiciones.

Antes de proseguir, me gustaría decir unas palabras sobre Artistas humillados (ése es el verdadero título, lo de Artistas fracasados ha sido el enésimo despropósito por parte de quienes me plagiaron). Larga es la lista de personas y colectivos que se han pronunciado sobre mi obra: los organizadores de ARCO (los de Ifema han decidido cerrar su bocaza esta vez); algunos colegas de profesión, tanto amigos como enemigos; mis artistas (en especial los que fueron descartados en el casting), y, por supuesto, la Asociación Dignidad para el Artista (ADA), que, como toda asociación de víctimas, ha encontrado al fin un enemigo que justifique su existencia.

Una de las críticas más disparatadas, menos atinadas, y que, sin embargo, figura entre mis favoritas, proviene de un crítico de arte mucho más joven que yo y por lo tanto más romántico (o al menos no tan cínico). El chaval en cuestión cree haber visto en Artistas humillados nada menos que la esencia del budismo: impermanencia, sufrimiento y ausencia de ego. Agradezco su generosidad al atribuirle cualidades espirituales y milenarias, pero debo negar la mayor: mi obra es pura materia y vive a ras de suelo; apesta a sociedad contemporánea.

Los dos pilares que la sustentan son la sobreinformación y la obsolescencia programada. El gran reto consistió en aplicar dichos conceptos a la forma (del fondo hablaré más adelante) para crear una obra efímera e inabarcable. Por un lado, las historias narradas en las diferentes salas representan la ingente cantidad de información que recibimos a diario. Obviamente es imposible asimilar siquiera un mínimo porcentaje de tal aluvión: debemos seleccionar, lo cual implica renunciar. Pero no sólo eso: renunciamos sin ser conscientes de a qué estamos renunciando; elegimos una sala sin saber que existen otras nueve. Por otro lado, en un mundo donde todo está pensado para no durar, las obras de arte tal y como las entendemos son auténticos anacronismos. (De ninguna manera estoy insinuando que el arte deba volverse efímero e inabarcable; sólo quiero poner el foco de atención sobre un hecho que me parece evidente).

Artistas humillados nació también como un revulsivo contra las “nuevas” tendencias de arte contemporáneo, a las que he dedicado artículos como El extraño caso del Arte Contemporáneo, donde comparo su rápido envejecimiento con el de Benajamin Button; o No más ruedas de bicicleta sobre taburetes, donde recuerdo a nuestros artistas que Marcel Duchamp ya reflexionó, hace más de un siglo, sobre la ontología del arte y las exposiciones, por lo que, si no tienen nada nuevo que aportar, tal vez sea mejor que apuesten por otra línea.

En cuanto a la elección del fondo, supeditado en este caso a la forma, tampoco ha sido casual. Mi intención era reflexionar sobre temas como la impotencia del artista que no suscita interés por su obra o la mercantilización del arte, y la humillación me pareció el hilo conductor perfecto. Ningún ser humano se libra de sufrirla en varios momentos de su vida, pero, en el caso de alguien tan egocéntrico, con tantos delirios de grandeza como el artista, la humillación alcanza una dimensión superior.

Por mi casting de la calle de los Artistas S/N desfilaron un montón de artistas frustrados y fracasados (si alguien se ofende a estas alturas es su problema), empezando por un servidor (remito a mi primer artículo Tras un portazo en la cara, se abre otra puerta, del año 2007). ¿Por qué no elegí el tema del fracaso, tal y como han hecho los organizadores de ARCO? Porque la humillación es un reflejo mucho más fiel de nuestra sociedad actual. Vivimos en un mundo que ha sustituido los grandes relatos por historias fragmentadas; las certezas absolutas por las relativas; la verdad por la posverdad; los hechos por las interpretaciones. La estética del perdedor está tan pasada de moda que, quienes pretenden emular a los artistas malditos de otras épocas, terminan fracasando estrepitosamente (con toda la ironía que esto encierra). La humillación es más efímera y menos grandilocuente que el fracaso, y por tanto más acorde con estos tiempos líquidos y con la filosofía de mi proyecto.

Lo peor de todo es que, aunque me duela, tengo que reconocer que los organizadores de ARCO han llevado mi obra hasta sus últimas consecuencias. Han eliminando todo lo superfluo para mostrar la humillación (que no el fracaso) en su más cruda expresión. El hecho de comprar a mis artistas para llevárselos de gira, convirtiéndolos en humillados profesionales, dándoles una visibilidad que jamás alcanzarán sus obras, es sencillamente una genialidad. En este sentido, aunque hayan traicionado la esencia de mi obra con el fin de ganar dinero a mi costa, ya no estaríamos ante un caso de plagio, sino de apropiacionismo, una técnica tan vieja como el arte y que considero perfectamente legítima. Por esta razón, he tomado la decisión de no presentar ninguna demanda contra ellos. Amo demasiado el arte como para oponerme a su avance. Me niego a hacer el ridículo como María Kodama, que consiguió que retiraran El hacedor de Borges (Remake) por considerar que la novela de Fernández Mallo plagiaba (concretamente intertextualizaba) a la de su difunto marido Borges (aunque reconoció no haber leído ninguna de las dos). El escritor gallego lo calificó como “un acto completamente inculto, en el sentido más estricto de la palabra”, añadiendo que “no hay mayor homenaje a una obra que copiarla; copiamos a los que son buenos”. Amén.

NOTA DEL DIRECTOR: LLAMAMIENTO A LOS ARTISTAS HUMILLADOS

En La Gacela del Arte hemos publicado ya 2 de los 10 testimonios (concretamente los de Jorge Pérez, alias “Henry”, y Lidia Romero). Ellos se pusieron en contacto con nosotros y TÚ PUEDES HACER LO MISMO. Nuestra revista no está incumpliendo ninguna cláusula de tu contrato con ARCO, ya que éste NO TE EXIGE EXCLUSIVIDAD. Mándanos tu historia a través del apartado de CONTACTO y estudiaremos la posibilidad de publicarla.

Mi novela Los extranjeros está disponible en tapa blanda y en versión eBook:

UNA NOVELA SOBRE MOCHILEROS EN EL SUDESTE ASIÁTICO: DEL HEDONISMO SIN LÍMITES A LA ESPIRITUALIDAD DEL VIPASSANA Y EL BUDISMO