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7 razones para renunciar a vivir de la escritura

El camino hacia la madurez está plagado de renuncias. Las renuncias no son el resultado de largos procesos de reflexión, sopesando los pros y las contras. Tampoco llegamos a ellas súbitamente, como pretenden visionarios de diversa índole. Uno no se levanta una mañana y dice: “Renuncio a esto, dejo de creer en aquello”. Más bien ocurre que uno se levanta una mañana y se pregunta: “¿En qué momento renuncié a esto, dejé de creer en aquello?”. La racionalización y la búsqueda de sentido vienen a posteriori.

Las renuncias nos dejan un sabor inicial amargo. Las vivimos como derrotas, pero no tiene por qué ser así. Ocurre que a veces abandonamos una idea, una convicción, una manera de entender el mundo. La creíamos inamovible, sin ella nos sentíamos desnudos, hasta que un día deja de serlo. La suplimos por otra que nos sienta mejor, que combina mejor con nuestro yo actual. Nos sentimos liberados, se nos quita el sabor amargo. Maduramos en el mejor sentido de la palabra.

Esto es lo que me ha ocurrido de un tiempo a esta parte. En mis sueños húmedos postadolescentes, pensaba que me acabaría dedicando en exclusiva a la escritura. Solo era cuestión de publicar una gran novela, pegar el pelotazo y ¡voilà! A vivir de los libros de forma austera, nada de lujos ni comodidades. Ahora lo veo todo de una forma totalmente diferente, y por eso he escrito este artículo. A continuación, 7 razones para renunciar a vivir de la escritura.

1. No vivir de la escritura NO significa no escribir

Los jóvenes necesitan épica en sus vidas. Para ellos no caben las medias tintas: tiene que ser todo o nada. Vivir de la literatura o morir en el intento. Concebir las obligaciones diarias (y a las personas que nos rodean) como escollos que nos quitan tiempo de escribir. Pensar que el trabajo se inventó para quienes no son artistas.

De la necesidad de épica también se sale. Os lo dice alguien que todavía tiene frescos sus locos años 20, que apenas ha salido de la crisis de los 30. No voy a negar que, cuanto más tiempo y motivación tengas para escribir, cuántas menos preocupaciones te atormenten y menos obligaciones te aten, más escribes. El problema es que el tiempo y la paz mental se los robas a los demás, que tus mecenas (tus padres, tu pareja, tus amigos) no pueden subvencionarte y protegerte eternamente.

Existe una alternativa mucho menos épica. Consiste en trabajar en otra cosa, independizarte económicamente de tus mecenas y escribir en tus ratos libres. Kafka lo hizo, y no le fue tan mal. Y si la falta de épica te quita las ganas de escribir… entonces la cosa no iba tan en serio.

2. Es prácticamente imposible

Impossible is nothing. Just do it. Si quieres puedes… Mi segunda razón choca frontalmente con la mentalidad predominante hoy en día. ¿Cómo va a haber sueños imposibles si el universo entero conspira para que se cumplan?

La realidad, siempre tan cabezona y aguafiestas, se empeña en desmentir a publicistas, escritores de pasado hippie y coach motivacionales (si es que hay alguna diferencia). El porcentaje de escritores que viven de sus libros es ínfimo. Sé que te sientes especial, y que piensas que tú entrarás en el 0.001%. No seré yo quien te saque de tu error.

Busca un trabajo que te guste y no tendrás que trabajar ni un día de tu vida… Confucio, probablemente el primer coach de la historia, también hizo mucho daño. Buscar trabajo no es como ir al supermercado. Y si lo fuera, el trabajo de escritor estaría siempre agotado. Mi consejo es que vayas pensando en otras cosas que te gustaría hacer. Te aseguro que las hay, así que piensa bien. Tu media naranja laboral no existe.

3. Es saludable tener amigos fuera del mundillo

¿Eres un apasionado de los libros? ¿Te gustaría que todas las conversaciones giraran en torno al hecho literario? ¿Desconectas, bostezas o miras el reloj cuando se habla de otros temas? ¿En las comidas familiares no levantas la cabeza del plato? ¿Sueñas con reconducir bruscamente las conversaciones, a lo Henry Miller? ¿Has sustituido a tus amigos, que no leen, por un círculo de aspirantes a escritores como tú?

Todo apunta a que te vas a quedar solo. La literatura es una faceta más de la vida, y, digan lo que digan algunos informes, no está entre nuestras prioridades. Así que coge el teléfono, cancela esa tertulia literaria y queda con tus amigos del colegio. ¡Y escucha a tu tía cuando te habla!

4. La libertad creativa no es gratis

Sin independencia económica no hay libertad creativa. Pensemos en un escritor que hace un blog literario porque quiere que sus cuentos lleguen a más gente. Pero no hay quien posicione los relatos en Google, así que se pasa a los artículos de actualidad. Twitter elige las temáticas por él, y a la fase de corrección se añade la de posicionamiento SEO. Una palabra clave por aquí, un encabezado por allá, fuera los párrafos de más de 4 o 5 líneas.

Se le da bien escribir por encargo, sobre temas que no le interesan lo más mínimo, así que se hace SEO copywriter. Y para no renunciar por completo a su vocación, decide probar suerte en la prensa. Su nuevo sueño es parecerse al articulista Alberto Olmos, al que admira profundamente. Y como estamos en el terreno de la hipótesis, supongamos que encuentra trabajo en un periódico digital.

Pasado el subidón inicial, descubre que la prensa actual se debe a sus anunciantes, y los anunciantes se deben a sus potenciales compradores, a los que tratan de pescar con clickbait. Los artículos que le encargan no son exactamente lo que esperaba. Escribe sobre Iberdrola, el banco Santander y Repsol, y no precisamente dando su opinión. Llega a su casa agotado, y no tiene ganas de escribir otras cosas. Cuando un envidioso del círculo literario le pregunte por su libertad creativa, él responderá, cínico y despectivo, que al menos ha logrado vivir de la escritura.

5. La metaliteratura se devora a sí misma

Para Gustavo Bueno, la filosofía es un saber de segundo grado, que presupone otros saberes previos de primer grado (ciencias, política, etc.). Con la literatura ocurre exactamente lo mismo. El que solo sabe de literatura, no puede escribir de otra cosa. Sin saberes de primer grado, la literatura se devora a sí misma.

Muchos aspirantes a escritores piensan que escribirán mejor si conocen los fundamentos de la literatura. En la carrera de filología se dedican a leer y a comparar unos textos con otros. No abordan su estudio desde la psicología, la antropología, la economía, la ciencia, la religión. Les llenan la cabeza con el discurso pedante y hueco de los críticos franceses. Al salir de la facultad, huyen en desbandada hacia las tertulias literarias y las jam sessions de poesía.

Cuando les toque escribir sus propios textos, los llenarán de alusiones y referencias, le darán duro a la intertextualidad, trastearán con algunas estrategias formales, pondrán a escritores a discutir entre sí, hablarán de literatura y solo de literatura. Entrarán y saldrán constantemente de su texto, sin dejar a sus personajes tranquilos, sin permitir que las tramas (suponiendo que las haya) avancen.

Cuando la literatura solo habla de literatura acaba devorándose a sí misma. Puede arrancarse una pierna y comérsela, y así sucesivamente hasta que no le queden partes del cuerpo. En ese momento tendrá que salir a por otros tipos de comida. El canibalismo metaliterario no te permite sobrevivir por mucho tiempo.

6. El rencor y la envidia no son sanos

Empeñarse en vivir de la literatura genera muchos rencores y envidias. ¿Por qué es tan famoso tal escritor, si escribe fatal? Si no fuera hijo de quien es… ¡A saber lo que ha hecho para llegar ahí! A menudo emitimos este tipo de juicios sin ni siquiera haber leído a esa persona. Es un síntoma muy llamativo, que debería hacernos pensar. Nos parece que solo nosotros y los clásicos muertos merecemos la gloria. Nos consolamos pensando que ningún escritor vivo pasará a la historia.

Los mayores rencores y envidias se producen en nuestro núcleo más cercano. Los círculos literarios de aspirantes a escritores funcionan a base del “yo te aplaudo si tú me aplaudes”. Más que su pasión por la literatura, les une el hecho de no haber triunfado. Pero basta que uno asome un poco la cabeza para que la relación se rompa por ambas partes. Al rencor y la envidia de los que se quedan, se suma el “éxito” mal digerido del que se va.

Existen envidias y rencores en todos las profesiones, pero en ninguna como en la literatura. Es difícil imaginar a un ingeniero, un trabajador social o un barrendero mirando una revista de su sector y revolviéndose en el sofá porque un compañero de profesión ha hecho algo notable. Pero a nadie le cuesta imaginar a un escritor haciendo exactamente eso.

7. Puedes acabar odiando la literatura

Sé que piensas que tu amor por la literatura puede con todo. El vínculo que os une se remonta a tu más tierna infancia y es inquebrantable. Quizás tengas razón –ojalá tengas razón–, pero debes ser consciente del enorme desgaste al que lo estás sometiendo. Pensar que no sirves para otra, la sensación permanente de fracaso, tener que escribir sobre lo que no te interesa, la endogamia literaria, la soledad, la envidia y el rencor van desgastando poco a poco tu eslabón con la literatura.

El desgaste no viene de la escritura en sí, ni mucho menos de la lectura, sino de tu empeño en vivir de ello. Quizás ha llegado el momento de bajarse de ese tren, aunque sea en marcha. Vuelve a tus orígenes como escritor. Escribe por puro placer, por la necesidad de contar historias (y hacerlo bien), por curar una vieja herida, por sentirte menos solo… Elige las razones que quieras, pero renuncia a vivir de la escritura. O acabarás odiando lo que más amabas.

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