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10 cosas que he aprendido sobre los microrrelatos

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El Coronavirus ha ayudado a desenmascarar a muchos escritores faltos de tiempo. El confinamiento ha puesto de relieve que muchas veces falta también fuerza de voluntad y capacidad de concentración. El problema es que la pulsión de escribir no entiende de todas estas cosas. La inspiración y las ideas llegan en los momentos más inoportunos e inesperados.

Incapaz de escribir artículos y cuentos durante la cuarentena (de la novela en curso mejor ni hablar) me vi metido de lleno, casi en contra de mi voluntad, en un género literario que nunca me había interesado. La ignorancia y los prejuicios no son buenos consejeros. Por eso hoy quiero compartir 10 cosas que he aprendido en mi breve pero intensa experiencia con los microrrelatos.

1. ¿Qué es un microrrelato y qué NO es un microrrelato?

Según Wikipedia, un microrrelato es “un texto breve en prosa, de naturaleza narrativa y ficcional que, usando un lenguaje preciso y conciso, se sirve de la elipsis para contar una historia sorprendente a un lector activo”.

Por otro lado, en el blog de Cincuenta Palabras especifican que “no valen poemas, chistes ni reflexiones”. En efecto, la naturaleza narrativa del microrrelato excluye las reflexiones/aforismos y los poemas/declaraciones de amor (o desamor) que tanto abundan en las redes sociales. En cuanto a los chistes, si bien pueden ser breves y narrativos, para mí les falta profundidad, no admiten múltiples interpretaciones y carecen de un lenguaje conciso y elaborado. 

2. Escribir microrrelatos es adictivo y crea ansiedad

Me llamo Dani Chinaski y, desde hace tres meses, soy adicto a los microrrelatos. Se me ocurren nuevas ideas constantemente, rescato ideas antiguas, ¡no duermo por las noches! Y lo peor de todo: los retoco con Paint y los subo a Instagram.

Además, como mi ritmo de creación es muy superior al de publicación (que he fijado en un microrrelato cada cinco días), sufro mucha ansiedad. Conozco gente que ha salido del microrrelato, y yo puedo dejarlo cuando quiera… pero por el momento no quiero. ¿Qué pensáis vosotros? Estáis aquí por la misma razón, ¿verdad?

3. El tamaño sí importa: mejor cuanto más cortos

Con cada palabra que quitas a tu microrrelato sin que la historia se resienta, lo estás mejorando un poquito. El fondo y la forma mantienen una lucha feroz en todos los géneros, pero en ninguno como en el microrrelato (bueno, quizás en la poesía). Cada frase y cada palabra tienen que estar perfectamente justificadas: de lo contario, estorban.

Por meternos con cifras, mis microrrelatos tienen unas 100 palabras de media. Dentro del mundillo es demasiado, pero no consigo contar historias con menos. Tampoco me obsesiono con ello: recorto todo lo que puedo y escribo el punto final. 

4. Se escriben de un tirón

Si tienes clara la idea, un microrrelato puede escribirse en 40 minutos (el otro día lo cronometré). El proceso de creación en mi caso es el siguiente: se me ocurre una idea, dibujo el microrrelato en mi mente y me siento a escribir sin preocuparme por la longitud. A continuación, miro el número de palabras y lo voy reduciendo con cada relectura. 

Según la mitología del microrrelato (creada sin duda por los propios autores), es uno de los géneros más difíciles de escribir. Que nadie se ofenda, pero hay que ser un cínico o un ignorante para afirmar tal cosa. Aunque contar una historia en pocas palabras tenga su mérito, no es comparable ni de lejos con escribir una novela.

5. El final es más importante que el principio

El microrrelato no necesita una primera frase tan potente como el cuento o la novela. De hecho, cuanto más abajo empiece, más nos impactará el final. Tampoco hay un giro sorprendente en el nudo por la sencilla razón de que no hay nudo. El autor de microrrelatos se lo juega todo en la última línea.

Personalmente, me ocurre con el microrrelato lo mismo que con el cuento. Cuando lo dibujo en mi mente y me siento a escribirlo, no suelo tener claro el final (casi siempre soy yo el primer sorprendido). La diferencia con el cuento es que el final del microrrelato se me ocurre durante la primera y única sentada.

6. Invitan a una o varias relecturas

Un buen microrrelato deja al lector con las ganas y la necesidad de, al menos, una relectura. El uso de la elipsis no es una elección gratuita del autor, sino que lo impone la falta de espacio. Por otro lado, es importante que tenga varias capas de comprensión, como la serie de los Simpson. Diferentes personas (o una misma persona en diferentes lecturas) harán diferentes interpretaciones de un mismo microrrelato.

7. Requieren lectores activos

Un microrrelato no puede ofrecer al lector todas las explicaciones que le gustaría. Sencillamente no hay espacio, y este es para mí uno de sus puntos fuertes. Como comenté en otro artículo, a los escritores actuales se nos exige que utilicemos el método de lectura fácil de Cristina Morales. El lector, cada vez más pasivo y autocomplaciente, cada vez más ávido de hiperliteralidad, nos reprocha que seamos demasiado ambiguos, enrevesados o poco claros.

Si no te ha gustado un microrrelato, no tienes por qué releerlo (¡faltaría más!). Pero si intuyes que se te ha escapado algo, si notas cierto poso de extrañeza, mi consejo es que lo releas. Lo peor que puede pasarte es haber “perdido” dos minutos de tu vida en vez de uno.

8. No todos los microrrelatos son cómicos

Personalmente me ocurre bastante. No importa el tema que trate (he hablado de secuestros, pobreza, bullying) la mayoría de mis lectores encuentra el lado cómico.

A menudo asociamos brevedad con ligereza de tono y de temática. El drama, como las antiguas tragedias griegas, necesita una extensión para que podamos empatizar con el protagonista. La falta de espacio hace que el microrrelato juegue en clara desventaja, y por eso recomiendo intentar empatizar con la temática.

9. Algunas historias pueden ser microrrelatos y otras no

Uno de los peligros más graves de escribir microrrelatos es que puedes volverte perezoso. La tentación de terminar una historia en 40 minutos y publicarla, sin tener que pasar por la soledad a largo plazo, las dudas, los bloqueos y las correcciones, es demasiado tentadora. Sin embargo, la pereza no es una buena consejera. Cuando se te ocurra una idea, piensa si realmente se puede desarrollar en unas pocas palabras.

Paralelamente, cuando uno empieza a escribir microrrelatos, echa la vista atrás y se pregunta si sus cuentos merecían tantas palabras. Si te ha ocurrido, no te tortures por ello. De aquí en adelante tienes una nueva estantería donde colocar tus ideas. Cuando se te ocurra una, piensa si dará para una novela, un cuento o un microrrelato.

10. Son un género en auge

Como ya he dicho, vivimos en sociedades donde cada vez tenemos menos tiempo y nos desconcentramos con mayor facilidad. A menudo nos da pereza empezar a leer una novela o incluso un cuento. El microrrelato nos lleva apenas un minuto, lo cual supone una ventaja enorme.

Por eso han dado el salto de los blogs especializados a Instagram. Así, mientras desconectas de tu trabajo cotilleando las fotos de tus contactos, algún desalmado te cuela un microrrelato y lo lees sin darte cuenta. ¡Te han metido la cuchara en la boca mientras te distraían con otra cosa! Ahora puedes llorar, patalear y vomitarla o… puedes saborear la cucharada. Es posible que te guste y acabes pidiendo más.

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